Documental Seis Minutos

martes, 8 de diciembre de 2015

Unos vienen mucho al médico y otros poco o nada

Desde muy joven, incluso antes de ser médico, el asunto de la frecuentación médica es un tema que siempre me ha llamado la atención. Todos conocemos en nuestras familias a personas que, incluso sin tener problemas de salud importantes, van a menudo a la consulta de su médico y, al mismo tiempo, otros que tienen que estar, literalmente, muriéndose para aceptar ayuda médica


En mi opinión, hay un factor común denominador en ambos casos que es la falta de información o algo peor: la información errónea. También, el miedo a tener algo muy grave, puede desempeñar un papel importante en las dos situaciones extremas.

Así, por ejemplo, ¿qué podría explicar que haya personas que cuando se resfrían vayan casi siempre al médico cuando no existe ningún tratamiento que acorte el proceso? Pues podría ser por una cuestión meramente instrumental como pedir la baja médica (el farmacéutico le puede dar un envase de paracetamol pero no la baja) o, tener la creencia errónea que un resfriado se puede curar antes con medicamentos o, podría ser que tenga la creencia de tener algo más serio que un resfriado o temer que se le complique. Salvo los motivos de consulta meramente administrativos (acudir por la baja laboral o por una caja de paracetamol, lo cual, por otro parte, me parece poco rentable) creo que subyace una inseguridad ante la enfermedad. Hay un determinado porcentaje de personas que toleran mal estar enfermos, incluso aunque se trate de problemas banales y este fenómeno cada vez es más frecuente en personas jóvenes. Cada vez existe una menor contención en las familias. Antes, los abuelos ofrecían consejos de salud para los problemas leves. Así, era infrecuente ver a un niño o a un adulto por tener simplemente mocos en la consulta o incluso por una gastroenteritis. ¿Es que antes la gente era temeraria? Creo que la cuestión esencial, de fondo, es conocer cuando tiene utilidad acudir a la consulta del centro de salud o a la urgencia de un hospital, por poner algunos ejemplos.

Para resolver el punto anterior creo que la mejor solución es que los médicos de familia, pediatras y enfermeras podamos realizar tareas no sólo de asistencia a la enfermedad sino de promoción de la salud y prevención pero esto requiere compromiso y tiempo disponible y el tiempo se ”come” la atención a la demanda, a la asistencia de la enfermedad. Estamos ante un círculo infernal propiciado por el número elevado de pacientes que tenemos. Debemos potenciar el papel de la enfermería en la prevención y promoción de la salud. Son profesionales muy cualificados que pueden abordar dudas y problemas. Pero no olvidemos que el responsable principal de la salud es uno mismo. Fumar o no fumar, hacer ejercicio o no hacerlo, alimentarse bien o no, son responsabilidades personales e intransferibles.


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