Documental Seis Minutos

jueves, 31 de diciembre de 2015

Atención Primaria: la eterna olvidada

Desde hace años los profesionales sanitarios y la ciudadanía, en general, venimos escuchando afirmaciones de diferentes actores políticos (sin distinción de signo político), relacionadas con la priorización de la Atención Primaria (AP) como eje del sistema sanitario o  la mejora de las condiciones profesionales y laborales de sus trabajadores, entre otras, como líneas de actuación preferentes ¿Hay razones para ser optimista? A mi juicio, pocas. La AP es la eterna olvidada del  sistema sanitario.


   Tomado de Juan Simó. Salud, dinero y atención primaria
                                                     
                                                

Si durante tantos años uno viene escuchando algo que reiteradamente se incumple no alcanzo a ver el motivo para creer que, a partir de ahora, vaya a suceder algo distinto. Abordajes y análisis sobre, por ejemplo, las inversiones en personal en AP y Atención Especializada (AE) hay muchos y son conocidos. Juan Simó, hace un magnífico análisis en su blog "Salud, dinero y atención primaria". Es de reseñar que el tratamiento discriminatorio que sufre la AP no es específico de la crisis ni del partido político que estuviera al frente del gobierno. No hace falta indicar que esto se ha traducido y traduce en salarios bajos, empleo precario, plantillas escasas y emigración forzada de muchos jóvenes y valiosos profesionales.

Pero, más que aportar más datos, me gustaría compartir mis sensaciones sobre lo que pensaba y lo que pienso desde mi inicio como médico de familia, tras finalizar el período de formación MIR, allá por el año 1988.

En los primeros años, un joven e ilusionado médico de familia como yo, escuchaba aquello de que había que apostar por un sistema sanitario en el que la AP sería la puerta de entrada al sistema en comparación con la alternativa de acceso directo al especialista hospitalario. Era razonable y necesario, por tanto, capacitar a los profesionales para que desempeñasen una labor de calidad con una capacidad resolutiva alta. Ya en esos primeros años también escuchaba que una AP de calidad debía tener una serie de características tales como la de accesibilidad, longitudinalidad, y capacidad de integración con otros niveles de atención, ejerciendo un papel de coordinación sin olvidar la importancia de los costes y la calidad.  También, a menudo, escuchaba aquello de que había que fidelizar al cliente interno (los profesionales sanitarios) pues, difícilmente, unos profesionales insatisfechos podrían desempeñar adecuadamente su trabajo. También escuchaba, reiteradamente, que los profesionales tenían que ser los verdaderos protagonistas y que los gestores, de alguna manera, tenían un papel esencialmente de apoyo. 

Con el transcurso de los años una apreciaba como la terminología iba cambiando por parte de los políticos y gestores para referirse a las mismas cosas y, desde luego, seguían diciendo que la AP era el eje del sistema sanitario y que, por supuesto, los profesionales eran el bien más preciado que el sistema tenía. Así mismo, fueron incorporándose dimensiones importantes en la atención como la seguridad del paciente y la toma de decisiones compartidas. Al mismo tiempo, Ya se disertaba sobre la importancia de formas de gestión que favorezcan una mayor autonomía de los equipos. De ahí, el nacimiento en la primera década de este siglo de las Unidades de Gestión Clínica y la Gestión por Procesos Asistenciales. 

En todos estos años observaba que, indiscutiblemente, se construían nuevos centros de salud y se reformaban los más antíguos. Esto sería absurdo negarlo. También veía como no pocos compañeros de la asistencia "ascendían" a esferas de micro o mesogestión y, de alguna forma, en bastantes casos, parecían sufrir un proceso de transformación que, al poco tiempo, les impedía ver la realidad de la asistencia. Ese sistema de promoción y de alejamiento de la realidad coexistía con un modelo de carrera profesional en España que podríamos decir, como poco, que es un insulto a la inteligencia. 

Para terminar y desde mi modesta posición, la de un médico de familia que siempre ha sido asistencial, con responsabilidades en la tutorización de residentes, me gustaría indicar algunas propuestas para mejorar la situación y que se centran en una única medida: hacer lo que se viene prometiendo desde los años 90. Mejorar la financiación de la AP, asignarle un claro papel de coordinación dentro del sistema sanitario, formación adecuada a sus profesionales (es penoso comprobar la dejación que la administración sanitaria hace en favor de la industria farmacéutica) con una política de selección de personal moderna, huyendo de los extremos (funcionario vs profesional con contrato precario) y promoviendo la formación de equipos que tengan una verdadera capacidad de gestión, una verdadera autonomía. Para ello es también importante proceder a una profesionalización de los cargos directivos de los centros de atención primaria. 

Dicen que las crisis son oportunidades para el cambio y me temo que hemos perdido una buena oportunidad. Las sociedades de médicos de atención primaria de este país harían bien en fusionarse. Sólo desde la unión, junto con los profesionales de enfermería, nos podríamos posicionar con una eficaz capacidad negociadora para intentar que las próximas generaciones de profesionales de la AP puedan vislumbar una AP renovada. El pronóstico de nuestro sistema de AP  es malo si no se aportan soluciones inmediatasEl modelo actual de AP está agotado. 

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